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LIBRO: Cuerpo y cultura, Las músicas ‘mulatas’ y la subversión del baile

Fragmentos del Prefacio de Quintero Rivera, Ángel G.
Cuerpo y cultura, Las músicas ‘mulatas’ y la subversión del baile (Frankfurt – Madrid, Iberoamericana, 2009) 394 pgs.

Este libro se propone examinar la historicidad de los significados socio-culturales del baile en la América “mulata”, especialmente en el Caribe…
Uno de los pilares de la ideología que la llamada “modernidad occidental” ha querido imponer (especialmente desde el siglo XVII) en su expansión colonial, se basa en una radical separación entre mente y cuerpo, donde se concibe la razón como lo humano mientras se “expulsa al cuerpo del ámbito del espíritu”, según citamos de Aníbal Quijano… Esta separación se monta, a su vez, en la distinción entre lo humano como sujeto y la naturaleza como objeto sobre el cual se actúa.

En el marco de esta separación, la civilización se identificará con la razón; mientras la naturaleza –entre ella, las “pasiones” del cuerpo, sus urgencias y ¡hasta su expresividad!– como la barbarie.

El desarrollo de visiones alternas es importante en la lucha contra la colonialidad y el racismo que esta ideología sustenta… Analizando algunos de los avatares de los bailes caribeños, sus significados socio-culturales, sus elaboraciones artísticas y su intensidad expresiva y comunicativa, intento resaltar en este libro lo que hay en éstos de camuflado alegato por una revisión de concepciones que posibilite una relación más democrática y enriquecedora entre cuerpo y cultura.
-Quintero Rivera, Ángel G.-

LIBRO: Salsa, identidad y globalización. Redefiniciones caribeñas a las geografías y el tiempo

Por Angel G. Quintero Rivera - Disponible en www.redalyc.org/articulo.oa?id=82200609En PDF para descargar: www.redalyc.org/pdf/822/82200609.pdfRESUMEN La salsa apareció como movimiento expresivo a finales de los sesenta, en el contexto de una intensa emigración caribeña a los EEUU. ¿Por qué precisamente entonces unos jóvenes inmigrantes hacia el principal centro de la globalización rockera se lanzan a expresarse con otro tipo de música? El artículo se propone analizar –en clave de resistencia cultural, de mantenimiento de la memoria histórica y de redefiniciones locales al tempoespacio lineal de la modernidad– algunas de las razones que explican el desarrollo de la salsa como manifestación de una identidad caribeña en el contexto hegemónico de la globalización. "Soy fuego y luna, agua y memoria de amaneceres siempre alumbrando nuestra historia"

El artista mexicano Abel Ramírez pinta en Cuba un mural dedicado a la cultura popular cubana


-Fragmento del mural de Abel Ramírez, cuya temática aborda la música y la danza como elementos esenciales de la cultura popular santiaguera y cubana"-


¿Qué es el Boogaloo?:

Tomado de www.musicalafrolatino.com/

Otro de los ritmos que marcaron la década de los sesenta fue el boogaloo, una mezcla de son montuno, soul y rock and roll. Guillermo Portabales, en su tema "le llaman montuno", afirma que el boogaloo nació del son montuno. John Storm Roberts -musicólogo y autor del libro "toque latino"-, sostiene que el boogaloo es una mezcla del mambo con el rock and roll.

Igualmente, afirma que "esta nueva generación de músicos" se inspiró en los rocanroleros como Elvis Presley, Bill Halley y Chuck Berry. "la nueva generación de músicos", con frecuencia, eran artistas que carecían de experiencia y su música era impetuosa y tenía un impacto extraordinario.

Los primeros éxitos de este ritmo fueron: "Me gusta como está" y "Micaela", del pianista Pete Rodríguez; "Boogaloo blues", de Johnny Colón, y "Danzón Boogaloo", de Ricardo Ray.
Este último es el único boogaloo que parte de un danzón. También están "Bang, bang", de joe Cuba, que vendió un millón decopias. "El avión” del  filipino joe Batán; "Fat mama de CharÍie Palmieri, y "El Watusi" grabado por Ray Barreto.

Su máximo exponente fue el pianista y director Pete Rodríguez. Su auge se presentó entre 1966 y 1969, cuando fue desplazado por otros ritmos más efímeros, como el jala jala y el shing ling, que crearon Ricardo Ray y johnny "El Bravo" López. También tuvieron que ver con su desaparición el rakachá, de Mario Allison, y el pata pata, de Miryam Makeba.

El boogaloo,es  una mezcla indefinida de guajira y rock roll con la que los latinos se tutearon con todo el mundo. El boogaloo es el tercer ritmo creado por los latinos en EEUU antes de que la salsa hiciera su aparición definitiva en la escena musical.

Al igual que la pachanga, el boogaloo tuvo una vida breve, se desarrolló entre 1965 y 1969, pero, más importante que su duración es su significación social y musical, tanto para la comunidad latina como para la anglosajona.

Las nuevas generaciones de latinos necesitaban un sonido propio porque “ay que dar la batalla a los Beatles y al soul negro. Hay que hacer música que hable de los rascacielos y de calles sucias...
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En el boogaloo se cantaba en inglés y en español, más o menos como la hicieron los africanos y mulatos, en la época colonial, al mezclar lenguas africanas con el español. Así que no me vengan con cuentos pseudo-anti-imperialistas porque, de lo contrario, tendríamos que cantar en yoruba o taíno y sólo con tambores.

 El boogaloo daba cuenta de las alegrías y miserias de El Barrio en las dos lenguas. De esta manera se enteraban hasta en la China de cómo estaba el bembé, quiero decir, la situación.

Además de la concesión lingüística, el boogaloo también transigió con la clave y el. ritmo para que las almas blanquitas pudieran bailarlo con libertad de movimientos, como en el rack y el soul.

Esta libertad, sin embargo, fue condicional, pues cuando el boogaloo entró en su apogeo y emigró al Caribe, los propios músicos se encargaron de devolverle la contundencia rítmica que al principio le habían cercenado.

El primer antecedente del boogaloo data de 1963, unos años antes de su boom, con el "Watusi", un tema compuesto por el percusionista Ray Barretto: "Caballero, ahí acaba de entrar Watusi, ese mulato que mide siete pies y pesa ciento sesenta y nueve libras, y cuando ese mulato llega al solar todo el mundo dice: ¡A correr! que ahí llegó Watusi, el hombre más bravo de La Habana."

LA HISTORIA DE LA SALSA AFRICANA

Esta es una aproximación a la salsa africana y a todo a lo que sucedió en Dakar, Kinshasa, Cotonou, Conakry, Abidjan y Bamako durante los años en que la salsa se convertía en un fenómeno en el barrio latino de Nueva York. Otro mundo, otros nombres, otras leyendas.

Cuenta la historia que Johnny Pacheco y su Charanga se presentó en el Stadium Liberté de Dakar en abril de 1964 gracias a una invitación de La Radio Africaine. Y según narra Juan Ignacio Cortiñas en su bonito blog Akángana, Pacheco homenajeó a los anfitriones de aquel viaje en el tema Dakar Punto Final, incluido en el álbum Cañonazo, y siendo ya un conjunto de trompetas y no de flautas y violines.

“Es probable, dice Cortiñas, que este tema fuese elegido como canción de la orquesta, y se le hubiese añadido a última hora la palabra Dakar en homenaje a la primera ciudad africana donde triunfó Johnny Pacheco. O tal vez porque allí esa canción pegó mucho cuando la volvió a visitar en 1964, el mismo año en que fundó Fania Records. Se cree que fue Johnny uno de los que inspiró la gran ola de versiones de canciones cubanas cantadas en francés e idiomas de la costa occidental africana”.
Senegal para aquel entonces llevaba apenas cuatro años de ser independiente y su capital, Dakar, ubicada en la península de Cabo Verde, había visto tantos conflictos y batallas sinfín que aún no se entiende como pudo salir tanta música de tanta muerte. Buen parte de este sentido de absorción a los males fue inculcado por el poeta y legislador Léopold Sédar Senghor, primer presidente de la nueva nación, aunque es evidente que corría más sangre musical que violenta entre la gente senegalesa. Lo cierto es que en ese apretado y tórrido puerto de apenas 150.000 habitantes se habló francés, se profesó el Islam y se bailó salsa.

La salsa en ese tiempo era música cubana llegada de Paris en forma de discos de 78 rpm. Tales discos habían sido especialmente populares durante la Segunda Guerra Mundial cuando Dakar estaba bajo la influencia de la Francia de Vichy. En los hoteles y campamentos se escuchaba y bailaba bolero, guaracha y rumba como única diversión para las tropas francesas aliadas con el nazismo. No había tiempo ni posibilidades para organizar bandas de jazz como en Casablanca y el África magrebí. No había escuelas para los músicos, ni instrumentos para tocar. De modo que se usaban victrolas con aquel sonido que a los europeos les parecía sencillamente “música negra”.

Entrevista a Rogelio Martínez Furé [Vídeo]


VÍDEO-ENTREVISTA. Rogelio Martínez Furé, etnólogo, africanista, bailarín, cantante, narrador oral, escritor y poeta.



MAKA CON FURÉ… UNA CITA PARA REFLEXIONAR 9/10/2013 UNEAC: “En la mayoría de los casos vemos que la cubanía rellolla, con un nivel superior de asunción de nuestra identidad, de los diversos entes culturales que han participado en su consolidación está siendo desafortunadamente pervertida”, afirmó Furé, quien definió esta práctica como “jineterismo pseudo-cultural o pseudo- religioso”... lo largo de su intervención, el Premio Nacional de Danza explicó que se ha ido inyectando en cada generación el deseo de convertirse en europeo, lo que nos ha afectado considerablemente. “Basta ver las películas que se exhiben como cubanas. La mayoría muestran una clase media, donde no aparecen otros sectores ni problemáticas de la gente que vive a lo largo del país”.

El silencio, ese enemigo 8/15/2013 Cubarte: por Heriberto Feraudy Espino - "Rogelio Martinez Furé, ya me había hablado del Grupo Antillano y de su guía y fundador Rafael Queneditt. Confieso que hasta ese momento del diálogo inimaginado que desde hace algunos años sostengo con el cimarrón de la palabra, desconocía la existencia de esa página de la cultura cubana pasada al olvido por ese enemigo silencio."
Compleja y ambigua relacion con el mar 7/1/2013 Mar y pesca: por Rogelio Martínez Furé - "El rio Ochún es una referencia fundamental. Para los creyentes, en los lugares profundos de su cauce habitan distintos avatares o "caminos" de la oricha Ochún. Esa creencia se conserva en Cuba."

LIBRO: La vida de Celina transparente como su canto

Por: Marta Valdés I Tomado de Cubadebate I
Cuatro días con sus noches estuve envuelta en la lectura de esta biografía que tiene que ver -se trata de Celina González-con la historia de buena parte del siglo XX cubano: con la manera en que nos alegramos, sufrimos, trajinamos en cualquier punto de esta Isla. Posiblemente no sea exacto enunciarlo en presente sino, más bien, decir que así lo hacíamos, con el ímpetu y la claridad con que ella canta. Porque ella ha existido, su Reutilio llegó a ser el músico exitoso y el hombre tan querido que fue; gracias a ella, su ingenio y sus prodigiosas habilidades dispusieron por mucho tiempo de la  exacta caja de resonancia que su talento necesitaba.
Es una historia de amor traducida al mundo de las palabras con el deseo de no fallarle a la veracidad; con la virtud de saber cómo es de necesario no añadir ni restar; de manera que las páginas de este libro tienen ojos y oídos; limpian de telarañas el paso de los tiempos y eso tiene que ser así porque en el alma de Celina las cosas se fueron guardando en orden. Qué bueno conocer a ese Ñico Saquito que traen estas páginas; qué alivio poder armar con justicia una imagen de lo que representaron Suaritos y su emisora así como otra visión de lo que fue la RHC, Cadena Azul. Qué Celina aquella, ya hecha y derecha, que se enfrenta a las atrocidades con que, históricamente, se ha lastimado y explotado al autor. Qué Reutilio bordando y cosiendo los trajes de ambos. Qué bueno que salga a flote, formando parte del contexto sonoro, una labor como la de Obdulio Morales incorporando el folklore afro en las transmisiones radiales. Tiempos de búsquedas, no por ganas de ver si se daba un golpe en el mercado para alcanzar un éxito económico sino por el deseo inmenso de bucear en el mundo que nos legaron los antepasados, sacarlo a flote y envolverse en él para llegar a un lenguaje como el que salía al aire por las ondas de una modestísima planta de radio.
Más de lo que pude asimilar a causa de la emoción, y menos de lo que pude vaciar en estos párrafos, se encuentra a mano, para compartir con cualquiera que se acerque a los restos de la Feria que acaba de concluir, en este volumen donde -por si fuera poco-recibimos algunos elementos que nos ayudarán a armar una idea de cómo funcionaba la mecánica del mundo disquero. De hecho, recibimos, en su sección final, un excelente catálogo discográfíco  donde apreciamos el volumen y la dimensión de la obra de esta mujer que resume en sí misma inspiración y acción; temperamento e inteligencia, capaz de definir en pocas palabras todo el prodigio que se desprendería del simple hecho de hallar en la fusión de la guitarra con el bongó la manera de ser que haría de Celina y Reutilio una fuente inagotable de arte cubano.
Bendita esa reina que en estos días estará cumpliendo años. Gracias a ella, a la memoria de su Reutilio y a su hijo Lázaro, ese ángel custodio que jamás la pierde de vista. Agradecimientos y larga vida profesional a Mireya Reyes Fanjul, la autora del libro CELINA GONZÁLEZ: una historia de amor.
P.D. A los lectores que visitan esta columna dominical, les hago saber que en lo adelante, durante un tiempo, su frecuencia no siempre será  semanal auque, invariablemente, en domingo. De todos modos, por si las cosas, asómense siempre a Cubadebate. Les agradezco sus expresiones. No nos perdamos -literalmente-de vista.
Almendares, 6 de marzo de 2011
-Entrevista a Celina González-

-Yo soy el punto cubano-

-Camina y Ven-

Permiso, que llegó Van Van

Tomado deRebelión

Allá por los 70 ese genio antillano del sabor que es Juan Formell, fundó un conjunto musical tartamudo al que bautizaron Los Van Van. Ni fueron ni han sido músicos excepcionales, ni sus conciertos son grandes performances sorprendentes, ni su popularidad llegó a ser espumosa en los estadios de Nueva York, Miami, Chicago y Puerto Rico. Pero en Cuba no son cualquier trivial conjunto guaracheros: hablar de Van Van implica nombrar toda una institución de la música popular en Cuba.

Después de cuatro décadas de rumba y sandungueo, Juan Formell y sus Van Van se posicionan quizá como los exponentes más grandes de la salsa cubana, la verdadera, esa que eligió no salir nunca de la isla. Gracias a una rústica fusión de la rumba que se hacía en Cuba, más raizal y original que cualquier otra, con instrumentos electrónicos, se le atribuye a Juan Formell el mismo crimen que a Piazolla, guardando las proporciones: haber introducido guitarras y bajos eléctricos, sintetizadores, violines electrónicos y hasta batería en la música cubana. Pero eso sí: siempre cubana.

Sin embargo, lo verdaderamente decisivo en la historia de Los Van Van fue el descubrimiento del Songo, un curioso mestizaje entre el ritmo originario del son montuno con la salsa foránea que según cuentan, le salió algún mañana de las manos a José Luis Quintana “Changuito”, el percusionista del grupo. De aquí para adelante es como encontrarse la heroína hecha tambor y enterrarla venas adentro. No hubo banda ni grupo de salseros cubanos que escapara a ese tumbado pegajoso. Tartamudo hasta la desesperación, peligrosamente contagioso, sincopado y enérgico, ese es el Songo. Tampoco Los Van Van volvieron a hacer nada que no fuera Songo, vibrante y pegadizo Songo.


Del Songo brotó la Timba, que puede definirse brevemente como la versión moderna del son montuno. Es un ritmo considerablemente más rápido que otros parientes de la música caribeña. Aquí está la explicación clara del porqué la salsa cubana sigue siendo, a oídos del simple mortal, un fenómeno Sui Generis, una salsa diferente a todas las demás.

Como sucede con toda la música cubana, el bloqueo produjo cierto aislamiento positivo en la medida que estimuló un desarrollo más endógeno de los grupos locales, pero a la vez negativo puesto que muchos de los éxitos creados en Cuba, incluso gran parte del acopio folklórico, fue objeto de un saqueo monumental llevado a cabo por conjuntos norteamericanos o puertorriqueños que copiaron los temas y melodías adaptándolas para presentarlas como propias. Recuerdo en este momento algunas canciones del maestro Juan Formell que han sido usufructuadas por artistas extranjeros, sin que los oyentes tengan ni idea de su verdadero origen: el disco “Que se sepa” de 1972 que Javier Vásquez popularizó dos años más tarde rebautizándolo “síguelo”, o los clásicos Vanvaneros “me basta con pensar” y “Aquí el que baila gana” de los cuales la Fania All Stars elaboró excelentes versiones. Cuentan los salseros viejos que en Puerto Rico se escuchaba mucha radio cubana, pero para robarse los temas que luego catapultarían a la fama continental a las glorias del guaguancó de las disqueras norteamericanas. Todo hay que reconocerlo: los reencauches de música cubana que conocimos a través de grupos famosos de Puerto Rico y Nueva York pueden considerarse hoy canciones con vida propia, copias que se convirtieron en fetiches diferentes de su original, logrando un distanciamiento que otorga tantos méritos al ladrón como al creador nativo.

A continuación algunos temitas de Los Van Van. Si la lectora o lector es afín a la música del Caribe tendrá que moverse con cautela: probablemente no pueda parar de escuchar una vez empiece, quedando enganchado a esta descarga pegajosa. Si hubiera que definir a Juan Formell y Los Van Van, es necesario advertir que son riesgosamente adictivos, peligrosamente deliciosos... Como canta Mayito: ¡Permiso, que llegó Van Van!
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www.youtube.com/watch?v=vAQ2sxctXJs
www.youtube.com/watch?v=Ps0t8BraP2k
www.youtube.com/watch?v=XTxbpoFUi0I&feature=endscreen&NR=1
www.youtube.com/watch?v=32IyogKltRs
www.youtube.com/watch?v=HAV4xZFnyAE
www.youtube.com/watch?v=Ga4cLmo4QBA&feature=related
Versión por la Fania del disco “Aquí el que baila gana” de Juan Formell y Los Van Van:
www.youtube.com/watch?v=UZjbBfpyPPc

Salsa y dulzura [artículo]

Tomado deRebelión


Yo soy sonero, y no lo niego, le canto al trabajo y al amor,
le canto al trabajador, que hace posible mi canto.

Conjunto Son 14
Mi hermano el pianista considera que la salsa es, a pesar de todo, una música simple. Fruto del mestizaje, sus sonidos concilian en cadencias sensuales el conflicto más brutal de los orígenes latinoamericanos: la esclavitud. En la salsa confluyen -a veces no en el mejor arreglo- los ritmos africanos, de atavismo penetrante y duro, negro, con las melodías refinadas y esquemas armónicos que los europeos traían en su cabeza.

Como casi siempre, mi hermano tiene la razón. Tal que fruto del mestizaje con cinco siglos de andaduras, depositaria de tantas vertientes, la salsa será un fenómeno histórico complejo. Pero como música es en efecto sencilla, provista de una complicada simpleza. Aceptemos incluso que es elemental, igual que la tierra. O la lluvia. Y en medio de los matices, aprestémonos a ver la infinita belleza contenida en las cosas simples, porque no hay nada más hermoso que un amanecer; y tampoco nada más sencillo.

Eso que llaman salsa despertó cuando los ritmos campesinos del Caribe como el son montuno o la guaracha –de fuerte raíz africana- se enrazaron con la música culta de salón heredada de España y luego en cierta medida con algunas tendencias del Jazz. Por eso resulta inexplicable aunque original. Las cosas bellas y sencillas de la vida no pueden comprenderse. No se entiende que el producto imperecedero de la esclavitud sea una música empecinada en compenetrar mundos opuestos. La salsa más que género musical, confluyó como movimiento de masas a lo largo del Caribe, Norteamérica y gran parte de América del sur por los 60, cuando la urbanización forzada arrojó de plano millones de campesinos a los barrios y periferias de las grandes ciudades. Entonces la gente se fue de bruces contra la marginación. 
También contra una cultura de masas ajena que no comprendía, contra dinámicas urbanas extrañas y agresivas que prometían desangrar sus orígenes. Adentro del Bronx y los guetos de Nueva York; en los arrabales de Cali, Caracas, Medellín o Lima; en el sofoco de Puerto Rico o La Habana, comenzó a hervir un fenómeno sin precedentes en el continente: miles de jóvenes que ya no pertenecían al campo aunque tampoco cabían dentro de los moldes occidentales de la urbanización encontraron en la salsa una declaración de principios: era la música del barrio, de la esquina, de la calle. Cantaba la vida dura de la ciudad, la nostalgia del campo, el padecimiento del desarraigo. Era la música del Caribe pero también de los jibaritos en la Quinta Avenida. Eran las canciones de los negros en Cali que no son muy distintos de los negros en Matanzas. Eran las melodías de los hacheros que tumbaban palos en el monte pero también de los pandilleros y maleantes en Manhattan. Cantaba a la montaña y a la barriada; hablaba de bohíos y proletarios, de calles rotas y esquinas solitarias, de guajiros carreteros, de la molienda de la caña y la cogida del café; soltaba cuentos de gente que sin querer tuvo que irse para el Norte. Era una música del dolor… ¡pero tan alegre!
Era la música de nosotros, los latinos.

Que la salsa de Nueva York pega mucho al Jazz es cierto. También es cierto que la cubana es la más desconocida por culpa del bloqueo: y más original, porque conserva bastante el ancestro guajiro. La de Puerto Rico sin duda será la más famosa, difundida y escuchada, emparentada con todas las demás. La colombiana tira mucho hacia la cumbia, la venezolana es eso: venezolana y la peruana no escapa a cierto sabor indio que la hace única, diferente de las otras. En México gusta desde la llegada espectacular del Mambo y en Panamá se confunde con ritmos africanos de nombre impronunciable.

Ray Barretto, Héctor Lavoe, El Conjunto Son 14, Eddie Palmieri, Los hermanos Lebrón, Oscar De León, Roberto Roena, El Gran Combo de Puerto Rico, Ricardo Ray y Bobby Cruz, la negra Celia, el judío Harlow, La Sonora Matancera o La Ponceña, La Orquesta Aragón o la de Tito Rodríguez, todos acabaron por ser verdaderos ídolos de una marea atronadora que llenó estadios y aturdió calles por décadas. El entierro de Ismael Rivera en Puerto Rico fue poco más que apoteósico y los conciertos de la Fania All-Stars sólo pueden calificarse de una manera: descomunales. Cali ha tenido los mejores bailarines, pero no las mejores orquestas que sin discusión terminaron todas en Nueva York.

Fruta colorida del mestizaje, la salsa está colmada de intérpretes norteamericanos que se asimilaron al sabor caribeño: Larry Harlow, Mark Dimond o Lewis Khan son sólo algunos geniales al lado de los negros  latinos -sin negro no hay sabor ni guaguancó- como Joe Arroyo, Ismael Rivera, Mongo Santamaría, Chocolate Armenteros o la portentosa y Celia Cruz.

Es probable que no haya entre los géneros musicales de Latinoamérica uno menos contestatario en sus letras que la salsa, con notables excepciones como Rubén Blades o Frankie Dante. Por tal motivo se la caracteriza erróneamente como expresión frívola que bordea en la superficialidad, cuyos temas no trascienden del relato de incendios (“Hay fuego en el 23”), vidas de maleantes (“Juanito Alimaña”), amores, romances y desengaños (“Tal vez vuelvas a llamarme”). Pero se equivocan quienes creen que la salsa es una música sin trasfondo político: toda ella constituye una rebelión. Un levantamiento multitudinario, pachanguero. La salsa viene a ser, sobre todo en Nueva York, el testimonio de una sublevación de los latinos que se negaron a ser digeridos por la asimilación cultural de la bestia del Norte. En ese aspecto comparte similitudes con el Reggae, la música de los negros caribeños de habla inglesa. Si Wittgenstein afirma que los límites de su mundo no pasan del lenguaje, las fronteras de la idiosincrasia Latinoamericana se pelean arrebatadamente a punta de Son y Guaguancó en las aceras mismas de los guetos del Norte. La salsa constituye una insurrección contra la vida marginal de los latinos. Es la afirmación contundente de lo que somos: mezcla, conflicto, indefinición. Rechazo a ser parte completa del legado occidental.

¿Qué es la salsa? Si me lo preguntan no podría decirlo nunca bien. Tal vez un sentimiento. Quizá una calentura dentro de la sangre. Vine al mundo y moriré amando ésta música de negros que enloquece a los blancos. Sin embargo soy tan incapaz de definirla como de bailarla. Creo que la salsa tiene algo que ver con la dulzura; y como asegura mi hermanito, con la sencillez, que posee mucho de profundidad. Porque sólo una música que se arranca desde lo profundo puede palpitar con esa voz oscura, miel espesa, como la de Cheo Feliciano lamentando los colores con que se cocina la salsa: la alegre tristeza de nosotros los latinos, esa amargura feliz, ese dolor contento tan simple con el que al fin de cuentas se baila la vida.  

Canciones:
Ray Baretto: "Salsa y dulzura"
Clásico entre los clásicos: “Son para un sonero” del conjunto Son 14
Cheo Feliciano canta con la Fania All-Stars “Anacaona”
Celia Cruz en África
Salsa callejera en Cali
Salsa Colombiana, más cumbia que otra cosa.

Yuri Buenaventura: la poesía y la esperanza



Yo era de los que creía que la poesía, tal como se imagina prisionera en libros y academias refinadas, estaba condenada a desaparecer. Y parece que así es. Esa idea de que los poetas son seres superiores, por encima del común de los mortales, envueltos en un aura de divinidad me parece una idea mediocre. La poesía no es, a estas alturas, ninguna bebida mágica, ninguna expresión de la esencia profunda de la humanidad, sino un arte en decadencia si nos atenemos a los que se hacen llamar poetas y son reconocidos como tales. Hay más esencia vital, más fuerza creadora -y hasta más belleza- en el repertorio de cualquier banda clásica del Rock en español que en todos los festivales de poetas incomprendidos e incomprensibles que se realizan por ahí con patrocinio de los monopolios editoriales.


¿Dónde está la poesía de nuestro tiempo? Hace mucho que fue desterrada por los críticos y poetas descendientes de las divinidades. Sin duda, no la encontraremos en los pasillos de la institucionalidad, ni en las antologías. Ni siquiera en los libros de versos. No es un conflicto nuevo: la genial literatura siempre se ha llevado mal con academias, tiranos, gobiernos o instituciones.

Miguel de Unamuno tuvo problemas empezando el siglo pasado por criticar la monarquía en España. En ese entonces Luis Tejada se quejaba a propósito que en Colombia, por el contrario, gracias a la libertad de opinión y prensa las palabras perdían su carácter subversivo, la escritura se convertía en un oficio muy aburrido. Para fortuna de Luis Tejada la historia haría de éste un lugar donde las palabras tienen todo el peso que se merecen.

Cuando las metáforas adquieren de nuevo un espíritu secreto, cuando encubren cómplices toda la tempestad oculta detrás de un verso, hay todavía margen para pensar que la poesía vuelva a nacer escondida en otras voces, prolongada por otros caminos. Desde Baudelaire éste es un oficio de malditos. Un proscrito, un maldito es el cantante Yuri Buenaventura que dedicó una canción al viejo Manuel en el marco de la Marcha Patriótica. ¿A cuál Manuel? Se debía preguntar el Presidente sin poder conciliar el sueño en su palacete a media cuadra de la Plaza de Bolívar donde varios miles de campesinos venidos de lo profundo de la selva grababan con su mirada un nuevo memorial de agravios.

¿Manuel? ¿Un viejo sabio que vivía arriba en el monte? ¿Cuál sabio? ¿Cuál monte? ¿Cuál Guajiro Manuel? porque yo recuerdo varios muy famosos: uno que era indio y tinterillo, uno que fue Aragonés antes que latinoamericano, uno que era estudiante… ¿No se trata todo esto de una protesta maldita también, prohibida, señalada, atacada y desprestigiada por el régimen? Los que financiaron con nuestros impuestos una cumbre inútil de miles de millones para que el asco de América en pleno se viniera de putas a Cartagena, preguntan desesperados de dónde salió la plata con qué dar tamales a los campesinos marchantes que colmaron Bogotá el 23 de abril durante la Marcha Patriótica, unos tamales que además estaban vinagres. Ellos, que financiaron de frente la catástrofe del paramilitarismo, ellos que nunca cuestionan la procedencia de los dineros que pagan el glifosato, las bombas Cluster y los helicópteros Black Hawk, están muy preocupados porque 80.000 marchantes colapsaron pacíficamente la capital a pesar de la lluvia y las amenazas de la cúpula militar. Y el crimen más escandaloso e imperdonable es que esos campesinos tenían plata para comprar tamales. 

Ya estamos habituados: en Colombia el emperador puede –literalmente- arrasar con fuego mil aldeas, pero al pueblo se le prohíbe encender una vela. 
Ahora que Yuri Buenaventura hizo con una canción de salsa una declaración de resistencia, recordamos a esa muchacha poetisa Árabe perseguida por escribir a favor de la libertad o a ese estudiante de la Universidad Surcolombiana que metieron a la cárcel por cantar canciones incómodas. De eso se trataba con la canción del salsero, de que la metáfora llegara a tener un carácter subversivo, maldito. De que la sepamos viva aunque se la crea muerta, como al Guajiro Manuel, un viejo sabio sin nombre propio. La poesía regresa por los caminos más inesperados, esta vez para pedir el desquite. Los mismos caminos recorridos por esos marchantes que no eran bienvenidos en el corazón de la oligarquía. Yuri Buenaventura, un salsero de tremendo reconocimiento en Europa prefiere el anonimato en su tierra antes que venderse miserablemente a las élites de narcos, escoge una ruta difícil para su música y sus versos: la de la rebeldía.

Todavía hay muchos nombres que no pueden pronunciarse. Eso me hace pensar que éste país, a pesar de todas sus tragedias, sigue siendo hermoso porque concede tiempo a la metáfora. Las palabras dicen más de lo que dicen, las paredes hablan verdades que la verdad oficial calla. Tras los pasos de esa marcha se esconde otra metáfora; la gran noticia que no salió en los diarios ni los televisores: lo prohibido, lo innombrable es que pasada tanta muerte se asoma por fin la esperanza, otra palabra de esas para la cual no tenemos nombre propio. 



Guajiro del Monte – Yuri Buenaventura



-CANCIÓN DE YURI BUENAVENTURA A PABLO NERUDA-
-www.youtube.com/watch?v=D54uu-Fw2AI-


La Justicia Social es también para la música

La situación social de algunos Salseros Colombianos / Análisis-Opinión encontrado en la Red 
Foto: Wilson Saoco. Tomada de www.ecbloguer.com/


Que Corfecali, la corporación que organiza la feria de Cali, le explique al país, por qué tanta diferencia en el pago y en el tratamiento entre las orquestas locales y las internacionales. 

Que la salsa sea ahora un producto internacional, no significa que las orquestas nuestras y el talento nacional no tengan el mismo alcance y el mismo valor sobre el suelo patrio.

Otra cosa, es que sintamos un morbo subdesarrollado y tercermundista que nos seduce por lo extranjero. Tenemos mucho talento nacional que debemos reconocer, y hacer respetar.

Pero suena raro defender lo nuestro, en un país donde la "cultura" cipaya se propaga desde el poder.
Joe arroyo, Yuri Buenaventura, Alexis Lozano, Jairo Varela, entre otros, no tienen nada que envidiarle a los puertorriqueños, dominicanos, y cubanos, los primeros nos han hecho bailar tanto como los segundos y viceversa. Lo que se está pidiendo es respeto para lo nuestro.

Mientras desde el poder se mima a todo lo que huela a extranjero, sobre todo si es gringo.
Y mientras una parte importante de la población piense que lo foráneo es mejor que los nuestro, mientras ello ocurre, en el extranjero nos reciben como ciudadanos de tercera categoría, nos requisan cuatro veces en los aeropuertos, todo tipo de vejámenes tenemos que vivir los colombianos en otras latitudes, donde nos recuerdan que somos de la patria de pablo escobar, que venimos de un país corrompido donde los presidentes son elegidos con dinero mafioso, en últimas, ciudadanos de una republica bananera.



Que Corfecali, la corporación que organiza la feria de Cali, le explique al país, por qué tanta diferencia en el pago y en el tratamiento entre las orquestas locales y las internacionales.

Desfiles salseros en la Feria de Cali

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